El 9 de enero de 1897 el periódico Blanco y Negro comenzaba una sección en la que iba comentando diferentes fotografías. Curiosamente, algo muy similar al propósito de este libro. Esta sección se inauguró con la imagen que tenemos en esta ocasión ante nuestros ojos y este que adjuntamos fue el texto que la acompañó:

«Con esta animada e interesante fotografía inauguramos una sección cuyo atractivo consiste en la reproducción exacta y fiel, como arrancada a la realidad por el aparato instantáneo, de escenas de la vida callejera y popular y popular a veces. Otras veces burguesa. Otras aristocrática. Sin limitación de localidad y de nación pues a todas las provincias de España y a muchas ciudades del extranjero pensamos enfocar el objetivo de nuestra máquina. Buscar en cada sitio lo más típico y animado, para reproducirlo después en nuestras planas, es el objetivo de esta sección donde el asunto de las fotografías, sin dejar de ser artístico, como siempre es artística la realidad bien comprendida y reflejada, no tendrá sin embargo ese carácter arqueológico y artístico por antonomasia que tienen las viejas fotografías de templos palacios castillos y otros monumentos otra de las artes de construcción.

»La instantánea de hoy es un cuadro madrileño de los más ricos en carácter. No hay vecino en Madrid que deje de visitar en la Ribera de Curtidores, con el famoso rastro donde se venden a precios inverosímiles objetos usados de todas las clases y para todos los usos. El primitivo rastro apeado después por la celebérrimas américas ofrece al curioso una vastísima y original feria, donde en todo los objetos usados, e inútiles al parecer, tienen su asiento y encuentran su comprador.

»En la escena reproducía por nuestro grabado una vieja vendedora ayudada por una amable vecina se hace la coiffure en medio de la calle para no desatender un momento a las fiestas y capazos donde encierra su capital mercantil».

El detalle: En el libro Historia del Rastro: Forja de un símbolo de Madrid, 1905-1936 de José A. Nieto ya se menciona la saga de los Herrera como una de las que más reputación tenían en la zona del Rastro en lo relacionado con la venta de puertas y ventanas. Un negocio iniciado por Rafael Herrera y que más tarde regentarían su viuda y después, sus hijos.