Repartidos por Madrid nos encontramos unos cuantos edificios a los que la ausencia de un entorno más pomposo les ha penalizado a la hora de lograr el reconocimiento que, por sí solos, merecerían. La construcción de la que vamos a hablar en las próximas líneas es un buen ejemplo de ello.

El hoy teatro Calderón, bautizado como teatro Odeón en sus primeros años de vida, es una hermosísima construcción situada en la calle Atocha número 18, frente a la cuestionable plaza de Jacinto Benavente. Inaugurado el 18 de junio de 1917, fue proyectado por el arquitecto Eduardo Sánchez Eznarriaga. 

Con capacidad para más de mil espectadores, ha acogido importantes espectáculos líricos, durante la Segunda República fue teatro de ópera y, concluida la Guerra Civil, muchos artistas líricos de zarzuela lo eligieron para llevar a cabo sus representaciones.



Sus obras se prolongaron durante más de dos años, cuando por fin se hizo realidad, las crónicas de los diarios, como esta de La Época, no se cortaron a la hora de dedicarle hermosas palabras:

«Es un coliseo soberbio, a la par elegante y sobrio, el más capaz y el más artístico de nuestra corte, después del Real. Sus proporciones son monumentales, y sencilla y artística su fachada, que da a dos calles. Aunque no obedece fielmente su construcción a un estilo determinado, en ella se armonizan perfectamente los estilos clásico y moderno, para producir una bella obra de arte».