Hoy el puente de Toledo disfruta de un entorno de primer nivel, colorido, familiar y amigable como es Madrid Río. Un universo totalmente opuesto al que se arremolinaba junto a esos mismos pilares a principios del siglo XX, cuando a sus pies las únicas voces que se escuchaban eran las de cientos de lavanderas que acudían aquí, a diario, a faenar sin descanso.
A finales del siglo XIX y primeras décadas del XX se estima que pudo haber en Madrid hasta cinco mil mujeres dedicadas a este durísimo oficio, ya desaparecido. Los principales lugares donde las lavanderas llevaban a cabo su oficio era, como nos muestra esta fotografía, junto al puente de Toledo y el de Segovia. También cerca de la ermita de San Antonio de la Florida y el puente de la Reina Victoria.
Ancianas, niñas y mujeres de mediana edad encontraban en estos arenales situados a orillas del río Manzanares, y bajo unas durísimas condiciones, su único modo de supervivencia.